Eduardo León Zamora
Alrededor de 400 000 estudiantes egresan de los colegios públicos cada año en el Perú. Escolarizados, pero sin educación. Así egresan. Sin haber logrado desarrollar competencias básicas para la vida, para el aprendizaje continuo o para el trabajo. Los lanzamos al mundo, expuestos, sin recursos, sin formación, sin un sentido de pertenencia, sin sentirse sujetos de derechos. Listos sí, para ser devorados por el sistema. Listos para ser explotados, para entornillarse a la lógica del consumismo, para alienarse por los medios de comunicación, para convertirse en votantes compulsivos y clientes de algún partido o listos para continuar con los estudios mediocres de un Instituto Técnico o una Universidad cutre.
Una escuela autoritaria que reproduce las desigualdades de poder vinculadas a la cultura, la raza, la clase, el género, la discapacidad o la orientación sexual es una institución que ancla en la mediocridad humana a sus estudiantes, que los convierte en piezas de recambio para un orden injusto, no democrático, opresivo.
Pero, por supuesto, sólo estamos refiriéndonos a quienes egresan de las escuelas públicas. No estamos hablando de todos. L@s hij@s de l@s funcionari@s del Ministerio de Educación no asisten a las escuelas públicas. Circulan por circuitos educativos privados. Y no asisten o han asistido a cualquier colegio privado. Definitivamente, a ninguno de esos colegios privados de cuarta categoría que rinden menos que los públicos, pero que hacen creer que son mejores. Sus niñ@s son afortunad@s. Claro que sí. Estudian en colegios A1. ¿Cómo podríamos culparlos por eso? Quieren lo mejor para los suyos. Y saben que lo mejor no está, precisamente, en la escuela pública. Hacen lo mismo que l@s polític@s de derecha, centro o izquierda: quieren ocuparse de la educación pública, pero desde afuera, de lejitos nomás, sin poner en riesgo la educación de los suyos.
Así lo hacemos también nosotros. Tampoco nuestr@ hij@s, es decir, l@s hij@s de tod@s nosotr@s quienes trabajamos en ONGs, organismos de cooperación internacional o universidades y somos parte de Foro Educativo, el Consejo Nacional de Educación, SINEACE y otras instituciones o que o somos profesionales independientes o consultores free lance. Circulamos por diferentes espacios vinculados a la educación, opinando, investigando, recomendando, demandando y defendiendo una escuela pública que nuestr@s propi@s niñ@s jamás pisaron.
Pero, ¿quién podría acusarnos por eso? Sabemos que la escuela pública es una estafa. Sabemos que hace tiempo dejó de ser un lugar donde se aprende o donde se quiere a l@s niñ@s. Sabemos que los condenaríamos al fracaso. En un sistema de Apartheid Educativo, no dudamos en qué lugar preferimos tener a nuestr@s niñ@s.
Pero esto no lo sabemos y lo hacemos, solamente, nosotros, los más privilegiados. Hasta la familia campesina más pobre es consciente de este Apartheid. Por eso se sacrifica para enviar a sus hij@s (o, al menos a alguno de ellos) al pueblo más cercano, con tal de no verlos fracasar en la escuela de su comunidad. Y si puede hacer un esfuerzo mayor, porque tiene algún familiar en la capital de la provincia, lo envía a la provincia. Y si tiene a alguien conocido en la capital del departamento, no se detendrá hasta que su hija o hijo llegue allí. De esa manera, pretenderá garantizar alguna posibilidad de una “mejor educación” para, al menos, uno de sus hijos (porque seguramente será varón). Aquella oportunidad que le permita circular “con éxito” por los estudios superiores.
Nadie con dos dedos de frente hace estudiar a sus hij@s en una escuela pública. O mejor dicho, nadie que cuente con varios soles de más. Los que dejan que sus niñ@s estudien en una escuela pública son quienes, realmente, no tienen dinero para pagarles una escuela privada. Los mismos docentes hacen los mayores esfuerzos para que sus hij@s asistan a una escuela privada. Tampoco ell@s creen en el poder formador de las escuelas donde trabajan. Tiene pruebas más cercanas de que las escuelas no funcionan.
Tal vez ahora actuaríamos de diferente forma. Total, ahora hay un Colegio Mayor, donde podrían ingresar nuestr@s hij@s. Habrá, también, colegios de alto rendimiento (como para recordarnos que los demás colegios no lo son ni lo serán). Toda una linda oferta regional donde se democratizará el sueño de una buena educación también para los pobres, pero sólo para l@s más talentos@s. (Esta idea debe tener algo que ver con el principio de meritocracia: se premia e incentiva con mejores oportunidades educativas a quienes, sin duda, demuestran buen rendimiento. El asunto tiene réditos políticos. Pueden exhibirse en vitrina buenos resultados y mostrarles a l@s pobres, que sus hij@s también tienen oportunidades, mientras se compone el Sistema Educativo. Pero, hay que decirlo, alguien está aplicando muy mal en el MINEDU el concepto de la educación como un derecho, creando este minisistema escolar exclusivista que añade segregación en el seno de la educación pública.
Y mientras se compone la educación pública, en 10 ó 20 años, que es lo que auguran nuestros visionarios que tardarán en consolidarse los cambios en el sistema educativo, ya habrán egresado cuatro u ocho millones de escolares más. Pero ¿qué significa el costo de 4 u 8 millones de personas frente a la visión de un futuro de una educación mejor?
Lo cierto es que mientras tanto, las políticas educativas en curso seguirán adelante sin que tengamos la certeza de que serán exitosas, incluso, en sus propios términos. (Y adviértase que ni siquiera he entrado en el terreno de las intenciones y de los contenidos de estas políticas) ¿Qué seguridad podemos tener de que esas políticas educativas alcancen los logros esperados si hasta en un mismo gobierno, como el de Humala, el cambio de ministros puede implicar cambios más drásticos de los que tienen lugar entre un gobierno y otro? Sin continuidad, sin sistemicidad, sin compromiso, ¿podemos confiar en que en 20 años, los hijos e hijas de l@s peruan@s más pobres accederán a una educación de calidad? ¡Pamplinas!
¿En que podría reposar alguna expectativa posible frente a estas políticas? ¿Han tomado en cuenta, acaso, las lecciones aprendidas de políticas pasadas o hallazgos de investigación más relevantes que les den soporte o las recomendaciones de actores de la sociedad civil? ¿Estas políticas educativas actuales están siendo adecuadamente monitoreadas, sistematizadas o evaluadas, es decir, con objetividad, independencia, apertura y transparencia? ¿Qué es posible esperar de una denominada, grandielocuentemente, reforma educativa que se reduce a un conjunto de políticas fragmentadas que no logran dar cuenta de la compleja y difícil realidad educativa y que, por lo tanto, tendrán muchas dificultades para incidir en cambios relevantes?
¿Seguiremos jugando con el futuro de l@s hij@s de los otros? ¿Dejaremos que los recursos públicos se sigan invirtiendo sin contar con parámetros pedagógicos válidos, y no solamente con los criterios de eficacia y eficiencia con los que evalúa el Ministerio de Economía y Finanzas algunos de los programas del sector educación? ¿Qué mecanismos podemos activar para ejercer una mayor vigilancia pública? ¿Creemos que los más interesados, las familias pobres, nunca se darán cuenta de que la educación no les abre ningún futuro a los suyos?
¿Con qué políticas públicas nos comprometemos? ¿Qué políticas educativas representan un avance o un retroceso en la educación peruana? ¿Cuáles de ellas son apuestas de opciones ideológicas que han fracasado en otros lares? ¿Cuáles son las más adecuadas en el corto, mediano y largo plazo, y cómo se articulan para ser efectivas desde hoy?
No nos adormezcamos con los aplausos de la CONFIEP en la CADE y los elogios continuos de los medios de comunicación hacia el Ministro de Educación. No confundamos nuestras pretensiones de incidencia política con una performance de guantes blancos. Podemos estar lejos de las escuelas públicas reales, pero no podemos, de ninguna manera, dejar de sentar posición y actuar frente a las políticas educativas que se vienen dando e involucran a quienes deberían recibir HOY los servicios educativos de mejor calidad, aunque no tengan talento o no sean nuestros hij@s o niet@s.
Lima, 20 de enero de 2015
[Fotografía (c) Javiera Mangas/ www.flickr.com]
No es que se desconfíe de las escuelas públicas gratuitamente y per se, sino del sistema social completo, que está en diversos grados de colapso y descomposición. Complétese la apreciación de León - muy adecuada, interesante y detallada en el nivel en el que se estaciona - con la pregunta de si se prefiere que los hijos estudien en un High School USA promedio de Estados Unidos, un colegio público francés, escandinavo, italiano o incluso español o chileno, a uno privado acá. Si eliminamos el sector NSE A me parece que las respuestas serían espectaculares. Hay que tratar de ver todo el panorama, porque aunque observar la uña del dedo medio sea importante, hay que tratar de usar de una perspectiva mayor que permita ver toda la garra: ¿nos limitamos a seguir parchando el sistema, de meter vino nuevo en odres viejos? Porque eso venimos haciendo hace decenios, y la frustración no da trazas de disminuir.
ResponderEliminarArtículo arrasador de posturas triunfalistas sobre el sistema educativo peruano. Pisa fuerte en los contextos reales de la escuela, familia y sociedad. Gracias por darnos ese remeson para defender nuestra posición sobre aquello que nos mueve a continuar: educación para todos y de de calidad. Gracias Eduardo
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