Martín Vegas Torres
Tuve la oportunidad de asistir al tercer Tinkuy, encuentro de saberes de niños y niñas de 30 comunidades costeñas, andinas y amazónicas organizado por el Ministerio de Educación. El tema de este año fue «Diálogo de saberes: formas de comunicación de nuestros pueblos originarios».
Los pequeños, con el apoyo de sus profesores, habían preparado proyectos sobre vivencias de sus comunidades y nos los explicaban al público asistente. Era impresionante ver toda la elaboración que hacían para comunicar su proyecto. Gracias a esas explicaciones entendí la diferencia entre conocer y saber.
Ellos no explicaban sólo como se siembra y cosecha la yuca, sino que esa actividad involucraba un mito, una relación con las deidades, los APUS, los seres de la naturaleza. En su cosmovisión, sembrar o cosechar estaba indesligablemente unido a esa comunicación que en nuestro lenguaje occidental llamaríamos trascendente. Pero, además, el modo de sembrar o cosechar era cantando o bailando y con roles diferentes para el hombre, la mujer y el niño.
Ese es el saber, la sapiencia de esos niños, muy distinta a la capacidad de explicar solamente la técnica agrícola para obtener una yuca de calidad, es decir, el conocimiento.
Y allí me vino a la mente la feria Mistura, que une a todos los habitantes de Lima en la experiencia de compartir toda la riqueza y variedad de nuestra gastronomía. Este año se ha señalado que hay un cierto agotamiento en las propuestas y que la cocina peruana, para seguir expandiéndose, necesita empezar a reinventarse. Los niños y niñas del Tinkuy me han dado una clave que puede explicar por qué podría estar llegándose a un límite en nuestro desarrollo gastronómico.
Y es que en las culturas andinas, amazónicas o afroperuanas, el acto de cocinar, de probar nuevas combinaciones, no es solo un asunto de conocimiento de los secretos de la culinaria. Su sabor más profundo está vinculado a que se cocina conversando, cantando, con las amistades alrededor, a que los productos que se utilizan, además de ser orgánicos, han sido sembrados y cosechados envueltos en un ritual sagrado. En suma a que provienen de un saber y no solo de un conocer.
Los chefs que superen a Gastón Acurio y demás colegas de su generación serán aquellos que logren hacer del disfrute de la buena comida una experiencia como la que lograron transmitirme los chiquillos aimaras, achuares, ashaninkas, awajunes, cashinahuas, ese ejas, harakbuts, jaqarus, kakataibos, kichwas de la amazonía y quechuas de la zona andina, matsés, maijunas, matsigenkas, nomatsigengas, shawis, shipibo-konibo, wampises, yaguas, así como los estudiantes afroperuanos y castellano-hablantes de Tumbes.
Artículo: Martín Vegas
Fecha: Lima, 30 de setiembre de 2014
Fotografía (c) Ministerio de Educación
No hay comentarios:
Publicar un comentario